Había una vez…
…un grupo de personas que creían en un dios diferente al de la mayoría de habitantes de un territorio concreto. Por ese motivo, decidieron expulsarlos.
-Sabes, el otro día Dios me ayudó a conseguir mi sueño.
- ¡¿Qué dices?! ¿Pero tu crees en Dios?
- No sé, ¡quizá! ¿Tu no crees en Dios?
- ¿Quién es Dios? Yo no lo conozco, a mi nunca me lo han presentado.
- No te cachondees. No juegues con este tema, ¡que es muy serio!
- Yo no me río, sólo digo que no lo he visto nunca, que Dios nunca ha hecho nada por mi y que yo tampoco pido que lo haga.
- ¡Pues a mi sí que me ayudó!
- ¿Si? ¿Bajó del cielo y fue contigo a ayudarte a conseguir lo que querías?
- Que tu no creas en Dios no implica que te puedas reír de mis creencias! Porqué si vas a seguir así quizá es mejor que nos separemos!
La sabiduría popular y los psicólogos más reconocidos siempre afirman con voz alta e impetuosa: “El diálogo es la base de toda relación”. Ante esta afirmación, todos agachamos la cabeza y abrimos la boca. Aunque en el siglo XXI agachamos la cabeza para ver dónde está el mando y apretamos un botón. Pero sigamos con el tema que nos incumbe…
Que bonito hubiese sido si España en el año 1609 hubiese reflexionado por si misma, que bueno hubiese sido que ni Dios ni Alá ni el primer escalón de la jerarquía se hubiera interpuesto en nuestra opinión.
Qué bonito..
Así es el estribillo de una canción de la Rosario.
Moraleja: Menos pensar en dios (y lo escribo en minúscula porqué
hay muchos, según la religión que elijas; lo recuerdo) y más escuchar
música que al menos relaja y no te infiltra pensamientos infundados
ni odio hacia quienes son o tienen un pensamiento distinto al nuestro.
AMÉN
¡Aix! Perdón..